El Diezmo Un Acto de Fe

1ª Parte


Núm. 243 - Sábado 17 de Septiembre del 2011 - Año No. 5


Hablar del diezmo es para algunos, un punto que debemos considerar aparte. Al tratar este tema, sabremos que es una manera en que recibiremos las bendiciones de Dios en nuestra vida. Bendiciones que van de lo general a lo particular. Esta cuestión es el medio por el cual analizaremos el diezmo desde un punto de vista que podamos tomarlo como una bendición, no como una imposición o una carga. Consideremos el diezmo con la fundamentación bíblica, lo que nos garantizará el conocimiento íntegro del tema.

Describiendo el diezmo 

El diezmo es, y ha sido un mandato del Señor, que nos abre la puerta a recibir las bendiciones o beneficios de Dios. En la etimología de la palabra diezmo, está implícito el entendido de que es sólo una parte de nuestros ingresos. Por lo tanto, el diezmo es la décima parte de nuestras ganancias que son parte de las bendiciones que Dios nos otorga. 

Antecedentes históricos del diezmo 

Desde la antigüedad, podemos encontrar en la Biblia, que los patriarcas practicaron esta ordenanza de Dios. Es el caso de Abraham y de Jacob. Posteriormente vemos el mismo ejemplo en los hijos de Jacob o Israel. Dice la historia, que Abraham “Entonces Melchîsedec, rey de Salem, sacó pan y vino; el cual era sacerdote del Dios alto; Y bendíjole, y dijo: Bendito sea Abram del Dios alto, poseedor de los cielos y de la tierra; Y bendito sea el Dios alto, que entregó tus enemigos en tu mano. Y dióle Abram los diezmos de todo.” Génesis 14:18-20. 

El ejemplo de Abraham, como el primer hombre registrado en la Biblia que diezmó, está escrito en Génesis 14:18-20. Abraham volvía de la batalla en donde rescató a su sobrino Lot, que había sido tomado prisionero. Al volver, reconoce que había sido bendecido por Melchîsedec, el cual era sacerdote del Dios alto, y Abraham (de su mano) le dio los diezmos de todo. El patriarca nos da el ejemplo de dar. Reconoció que Dios le brindó la victoria en esa batalla y en respuesta ofreció los diezmos a quien era un sacerdote de Dios. 

A través de ello, reconoció Abraham la grandeza de las bendiciones de Dios, mostrándonos un ejemplo que debemos imitar. “Respondieron y dijéronle: Nuestro padre es Abraham. Díceles Jesús: Si fuerais hijos de Abraham, las obras de Abraham harías.” Juan 8:39. 

Otro ejemplo, digno de considerar es del patriarca Jacob. Este hombre, que genealógicamente era nieto de Abraham, hace lo mismo. El ejemplo es breve, pero suficiente para considerarlo. La Biblia dice así: “E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si tornare en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios, y esta piedra que he puesto por título, será casa de Dios: y de todo lo que me dieres, el diezmo lo he de apartar para ti.” Génesis 28:20-22. 

Jacob, el patriarca, hace lo que seguramente había aprendido de sus ascendientes, de sus padres. Había aprendido a diezmar como una forma de agradecimiento por las bendiciones que Dios había dado. Con qué seguridad Jacob hace el voto para dar el diezmo a Dios, seguridad que es importante que imitemos para dar muestra de similar ejemplo de gratitud a Dios. 

El diezmo a través de los tiempos 

Hemos constatado que el diezmo fue antes que el pueblo de Israel saliera de los lomos de Abraham, entendiendo así que no es (ni fue) exclusivo para el pueblo judío. Sino que en Abraham, fueron benditas y representadas todas las naciones o familias de la tierra. “Y bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré: y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” Génesis 12:3. 

En el libro de Números, encontramos la primera mención del diezmo para el pueblo judío, ya establecido aún con su sacerdocio levítico. Recordemos que era ese sacerdocio el encargado de ofrecer los sacrificios del pueblo en ofrenda a Dios. Su Palabra constata lo siguiente: “Y he aquí yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad, por su ministerio, por cuanto ellos sirven en el ministerio del tabernáculo del testimonio” Números 18:21. 

Por mandato de Dios, los diezmos eran entregados a los hijos de Leví (o encargados del sacerdocio levítico), la razón es clara: “Por su Ministerio, por cuanto ellos sirven en el Ministerio del tabernáculo del Testimonio”. Entonces encontramos aquí, que el diezmo tenía un destino y un propósito de existir. No era solamente una ordenanza sin sentido, tuvo un fin específico. 

Así pasó el diezmo de generación en generación, hasta que después de mucho tiempo, Nehemías vuelve a recordar al pueblo, el compromiso adquirido en años anteriores, respecto al diezmo. Al parecer, habían olvidado la manera en que Dios les honraría de las más ricas bendiciones. Por esta causa, les recuerda “que guardarían y cumplirían todos los mandamientos de Jehová nuestro Señor, y sus juicios y sus estatutos.” Nehemías 10:29, (última parte). 

En Malaquías 3:7-10 el Señor vuelve a hacer el recordatorio del diezmo: “Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Tornaos a mí, y yo me tornaré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de tornar? ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? Los diezmos y las primicias. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y vaciaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.” 

Algunos piensan: “Dios no necesita de mi dinero, por eso no doy el diezmo” y cierto, Dios no necesita dinero, pero sí necesita nuestra obediencia y lealtad a su Palabra, a manera de que nos considere sus hijos. La distinción debe darse, con base en la obediencia: “Por otra parte, tuvimos por castigadores a los padres de nuestra carne, y los reverenciábamos, ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?” Hebreos 12:9. “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; Y consumado, vino a ser causa de eterna salud a todos los que le obedecen.” Hebreos 5:8 y 9. Aún el Señor Jesús fue obediente a la orden de Dios. Cuando obedecemos las leyes de Dios y en general, su Palabra está en nuestro corazón. “Y este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: daré mis leyes en sus corazones, y en sus almas las escribiré” Hebreos 10:16. Así como el obedecer el mandato del diezmo es una bendición, hemos de recordar que la desobediencia a este cumplimiento trae sus consecuencias. 

 

Continuará...