Regresando a la Niñez


Núm. 189 — 28 de Agosto del 2010 — Año: 4    


Dícele Nicodemo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿puede entrar otra vez en el vientre de su madre, y nacer?” Juan 3:4.

 

¿Recuerda usted cuando dependía de sus padres? ¿Recuerda cuando se acostaba y dormía plácidamente al tiempo que su madre o su padre sentían complacencia mirándole? ¿Recuerda cuando su único pensamiento era jugar con sus amiguitos? ¿Recuerda usted cuando detestaba, o disfrutaba, la orden de bañarse? Hablando en términos promedios, no existen adultos capaces de olvidar aquellos años dulces cuando la madre estaba presta a mirar por las necesidades diarias. Cómo hacían los padres para conseguir el dinero suficiente para comprar alimentos era cosa por la cual no había que preocuparse, los padres sabían que de un momento a otro el “tengo hambre” sería la voz de alerta para la cual debían estar preparados.

Despertar, levantarse, comer, jugar y volver a la cama era el programa diario. En esa etapa de la vida no existe proyección hacia el futuro, el presente es lo que cuenta, y la promesa del padre, o de la madre, de comprar una pieza de vestir, o un juguete, para determinada fecha, era cosa que revoloteaba en el pensamiento sin agotarse.

 

En fin, quizás muy pocos tengan capacidad para olvidar los años de su infancia, porque aunque la vida sólo sonría breves instantes, esos instantes son suficientes para eclipsar la dureza de la vida.

Igual que la adolescencia y la juventud, la niñez es efímera, mientras que los años ásperos de la vida les sobrepasan con creces, y necedad es preguntar por qué las cosas no fueron al revés, es decir, porqué los años bonitos no sobrepasan los años en los cuales la vida muestra cuán dura es.

Seguramente en los actuales adultos haya suficiente tiempo como para mirar hacia aquellos años, y el espíritu que poseemos nos mueva a comparar entre el presente y aquello que nunca más volveremos a vivir.

Mas con todo y que la vida material es irreversible, la espiritual no lo es, porque la material comienza con la nueva vida y termina con la muerte, en cambio la espiritual comienza con la muerte y termina con la nueva vida. La muerte espiritual, en este caso la muerte de la vieja personalidad, se lleva a cabo cuando la persona desciende a las aguas del bautismo; de allí nace la nueva criatura desde donde comenzará su crecimiento.

 

Los comienzos 2 Cor. 4:16 “Por tanto, no desmayamos: antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior empero se renueva de día en día”.

Aceptar a Jesucristo como personal salvador no es la meta sino el inicio a partir del cual la persona correrá hacia el futuro con miras a alcanzar la vida eterna.

Atravesar por dificultades de toda clase es parte de la vitamina que fortalece el alma y habilita a la persona para caminar con decisión hasta alcanzar la meta.

 

El reino de Dios es exclusivamente para quienes vayan por la vida desgastándose a sí mismos, porque ese desgaste significa regeneración y fuerzas espirituales.

El fin. - Mateo 19:14 “Dejad á los niños, y no les impidáis de venir á mí; porque de los tales es el reino de los cielos”.

Volver a ser niños no es opción sino la alternativa propuesta por nuestro Señor para quienes han decidido alcanzar la vida eterna. No importa cuánto tiempo tome alcanzar esta niñez, lo que cuenta es alcanzarla para ser los niños que debemos ser.

 

Min. Andrés Menjívar

Tomado de la Revista Avance

(www.iglededios.org)