EL VESTUARIO FEMENINO

Primera Parte


Núm. 252 - Sábado 19 de Noviembre del 2011 - Año No. 6


Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni  oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras como corresponde a mujeres que profesan piedad.

 1 Timoteo 2:9

 

En el verso se pueden ver varios asuntos: Una exhortación a vestirse: “Que se atavíen de ropa .” Las personas exhortadas: “La mujeres.” La forma de su vestido:  “Ropa decorosa, con pudor y modestia.” Un    pecado a evitar: El orgullo: “No con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos.” Una conducta correspondiente: “con buenas obras.” Y una semejanza de humildad: “Como corresponde a mujeres que profesan piedad. ” A la luz del texto, se concluye que un vestir indecoroso en una mujer cristiana, pudiera ser reflejo de una deformidad de fe en su corazón. Suponiéndose que así fuese hay esperanza, ya que este pasaje revela como la mujer Cristiana debe vestir o más bien adornar su cuerpo. El método para corregirlo será instruyendo su mente, y al corregir la deformidad del entendimiento, como consecuencia reforme su manera de vestir. Deseamos, pues, que este sermón sea recibido con una doble actitud: Confirmación o corrección.

 

El sermón será así: Uno, La manera precavida del vestuario femenino. Dos, Su vestuario manifieste virtudes piadosas.

 

I. LA MANERA PRECAVIDA DEL VESTUARIO FEMENINO

 

Principio regulador o Universal. Antes de tocar los particulares del tema, es necesario recordar el principio regulador que todo Creyente ha de tener en cuenta, no sólo al vestir, sino a todo cuanto piense y haga en su peregrinar hasta el Paraíso. Dos texto nos hablan al respecto: “Todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice… Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.” (Isa.43:7; 1Co.10:31). Lo que Dios pide que le reciproquemos por salvarnos es una sola cosa, que le glorifiquemos: “Para gloria mía los he creado.” Ahora bien, la gloria de Dios no elimina que la mujer adorne su cuerpo, sino que lo haga en el orden y manera que se le ha mandado. Lo natural es que ponga primero sus encantos físicos, o que los insinúes, en cambio Dios manda, no a eso, sino que le glorifique, o que sea Dios primer atractivo y ella segundo. La Gracia no elimina lo natural, le pone reglas que lleven gloria al Creador. Así que, cuando se dice un principio regulador o universal se significa que en todo lugar de las Santas Escrituras que uno se tope con una ley, un mandamiento, un principio, un precepto, un estatuto, un decreto, una amonestación, o un testimonio, lo que debe guiarnos ante todo es: La gloria de Dios, aun cuando la palabra o el termino gloria no esté presente o no se vea allí.

 

Otro texto lo particulariza: “Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará.” (Jn.14:23). No es posible amar al Señor Jesús separado de Su Palabra revelada en la Biblia. Además se nos dice que el acto de fe cristiana denominado dar gloria a Dios se compone de dos partes: una interna, y otra externa. La interna es una santa motivación o amor a Cristo, y lo otro es, una conducta regulada por la Palabra revelada. Aplicado a este caso significa, que ninguna mujer renunciaría a su vestuario mundano a menos que ame a Cristo. El vestuario carnal de una Cristiana tiene por causa una deformidad del entendimiento, que se corrige con santo amor.

 

El Señor pone atención sobre la actitud y apariencia de las mujeres. Hermana, Dios no sólo pide tu corazón para adorarle, sino también la forma de tu vestimenta. Una mujer que tema a Dios reaccionará positivamente a esta exhortación. Miremos nuestro verso: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia”; esto es, que las mujeres quienes dicen ser Cristianas deben vestirse de manera modesta, sobria, normal; el hecho de ser Cristiana te impone un vestir propio. Ella está llamada a testificar de Cristo, y en parte eso se hace por medio de su ropa. Su ornamento femenino es parte de la predicación conductual del Evangelio: “Como corresponde a mujeres que profesan (o anuncian) piedad”; su vestido es como un anuncio publicitario, si ella lo hace a la manera del mundo, estaría publicitando al mundo, y peor aun, que pudiera ser culpable de opacar la gloria que Dios puso en ella en el día de su nuevo nacimiento. Su manera de adornar el cuerpo no pasa desapercibido a los ojos del Señor.

 

Cuando decimos que no pasa desapercibido, queremos significar que Cristo tiene un ojo sobre tu apariencia. Permítasenos ilustrar: “Estando Jesús sentado frente al arca del tesoro, observaba cómo el pueblo echaba dinero en el arca” (Marc.12:41); se echa la ofrenda en un tiempo fuera del momento de la predicación, en ese momento el Señor no anda por nuestros pasillos, sino que se sienta frente al arca de las ofrendas.

Así también Su Espíritu inspecciona el vestuario de nuestras hermanas, porque so es parte del como deben dar gloria a Su Nombre.

 

Pregunta: ¿Cómo debo vestir? Respuesta: “Que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos”; esta instrucción puede ser desglosada en dos partes: La manera Cristiana de vestir: “Que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia”; el pecado a evitar: El orgullo: “No con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos”. Veamos sus detalles.

 

La manera Cristiana de vestir. Esta exhortación significa que tu sexo o deseo natural por adornarte no te exonera del dominio propio, Cristo ha dado instrucciones al respecto. Ella debe vestir, ataviar o adornar su cuerpo con la ropa, pero sin violar los límites del pudor y la modestia. Su gusto en el vestuario no es abierto, sino que está regulado: “Que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia”. Esto es, con ropa sencilla, decente o decorosa. Es propio que ella se arregle bien al vestirse, que procure tener una buena apariencia, no es malo cuando se procura una buena presencia por medio de la ropa, pero tal aspiración, aun cuando legítima tiene limites bien definidos por el Espíritu de Gracia: Pudor y modestia.

Pudor. Es recato, vergüenza, es ese sentido femenino de encubrir lo que otro no debe ver. Es cautela al escoger la ropa, que antes de ser guiada por la moda, ella por amor a Cristo y Su gloria se asegure estar cubriendo debidamente las partes de su cuerpo, el cual es por lo general motivo de encender la codicia varonil. Cuéntase que cuando la princesa Isabel de Francia iba a ser ejecutada en la guillotina, el verdugo le descubrió su espalda, entonces la virtuosa mujer exclamó: “En nombre del cielo, señor, tápeme.” Ella no mostró miedo ni abatimiento, sino pudor. Aun a la hora de la muerte se cuidó de no excitar la lascivia ajena. Entonces el pudor es la piel del cuerpo femenino. Repito: pudor es la piel del cuerpo femenino.

 

Modestia. Es la virtud que lleva la mujer a moderar su propia estimación. Ella controla aquellos pensamientos que le dicen que tiene partes muy atractivas o agradables a otros. Es la modestia lo que le conduce a encubrir adecuadamente el comienzo de sus pechos, a no insinuar sus glúteos, a encubrir su cadera, a no insinuar sus pechos con ropa ajustada al torso. Por el pudor se pone tela sobre la piel con el fin de encubrirlo, y la modestia procura no destacar o no hacerlo llamativo. El pudor cubre. La modestia modera. Es cierto que hay pantalones de hombres como de mujeres. El pudor hace uso del pantalón para cubrir el cuerpo, la modestia aleja la tela de la piel para no resaltar la lascivia ajena. En otras palabras, que no usa pantalón ajustados a la piel. Me parece mundano una mujer que profese piedad y se vista con una Licra y así salga a lugares públicos. Todo eso en cuanto a la manera de vestir en la mujer Cristiana.

 

El pecado a evitar: El orgullo. Es natural en los seres humanos, adornar aquellas partes que más valoran. Los que poseen casas la valoran, le ha costado mucho esfuerzo y trabajo conseguirlas. Pero las parte que más se valora, por lo general es la fachada, por ello se gasta más en adornarla. Nos parece una deformidad del corazón que una mujer profese fe en Cristo y al mismo tiempo adorne más su cuerpo físico que las virtudes del alma. Para corregir esa deformidad del entendimiento nuestro Salvador prescribe el remedio en su parte negativa: “No con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos”; esto es, el pecado a evitar. Si una mejer logra seguir esta exhortación sería signo inequívoco de Gracia. Nótese: “La Gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente.” (Ti.2:11-12). Estaría renunciando a lo malo para hacer lo bueno. De aquí aprendemos que es posible determinar por observación del vestido ajeno, la vanidad de su mente.

Cuando los ladrones ven las barras de hierro en la cárcel, recuerdan sus fechorías. Así también la ropa debe traer a la mente nuestro pecado original; entonces que la mujer vista Cristianamente para no agregar orgullo. El vestuario mundano estimularía el orgullo en la humanidad. Hermana, no contribuyas con ese mal. Mire como lo enseña el Señor Jesús: “Los que llevan ropas lujosas están en los palacios” (Luc.7:25); y tú no perteneces a los ilustres de este mundo, sino a Cristo, entonces tu vestuario no debe ser para alcanzar la apariencia de la realeza mundana, sino la realeza como hija de Sara. Ahora bien, el texto no prohíbe a la mujer que se peine, ni que tampoco pueda usar oro o perla o plata, sino que esos adornos no sean la base de tu ornamento como Cristiana, sino que el adorno de tu vestuario sea sobre todo el manifestar las virtudes de lo que tú profesa ser, una mujer que teme a Dios.

Este orgullo consiste en que la mujer se valore internamente por encima de lo que es, y esto por medio de su vestuario y adornos. Hacerlo así resultaría infantil. La ropa jamas podrá levantar el espíritu humano, pudiera hacer sentir bien tu arrogancia, pero jamas elevar tu alma. David dice: “A ti, oh Jehová levantare mi alma” (Sal.25:1); eso no puede hacerse con trapos, ni con joyas. Nuestras hermanas están para crecer en la Gracia y el conocimiento de Dios, no en mundanalidad. Es una inversión de valores que pretenda juzgarse a sí misma por lo que viste. Peor aun, que hay una maldición cuando tu vestuario sea mundano: “Jehová castigará a los principales, a los hijos del rey y a todos los que llevan vestido extranjero” (Sof.1:8). Procura, pues, que la mente de los mundanos no sea quien determine como debes vestir. Ni que el orgullo en el vestir deforme la humildad que Cristo ha dado a tu Creyente corazón. No seas, pues, presumida en tu vestuario.