¡Y LA VERDAD OS LIBERTARA!


Núm. 177 - 05 de Junio del 2010 - Año: 4


Jesús dijo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará.” (Juan 8:32). La libertad personal debe ser relativa en cualquier hogar. Los miembros de una familia deben estar (en algún grado) sujetos unos a otros.

En la honorable familia de Dios, cada miembro puede hacer lo que quiera, siempre y cuando lo que se quiera contribuya al bienestar de todos. Los conductores de automóviles no son libres de manejar en el lado de la carretera que ellos quieran. El ejercicio de la libertad de manejar en el lado de la carretera que quisiéramos resultaría rápidamente en muertes e injurias los unos para los otros. El empleado siempre debe estar sujeto al que lo emplea. El presidente de cualquier negocio está sujeto a una mesa de directores. La libertad absoluta es infuncional en cualquier campo de experiencia e intento humano.

¿Qué quiso decir Jesús cuando dijo que conoceríamos la verdad y ella nos libraría? La verdad de Jesús fue la voluntad de su Padre Celestial. Jesús oró a favor de sus discípulos, “Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad.” (Juan 17:17). La palabra de Dios para Jesús fue el Antiguo Testamento que él acordó obedecer cuando fue consagrado en el Jordán. Los discípulos son ahora bendecidos con las Escrituras del Nuevo testamento. Estas Nuevas Escrituras amplían más lo que antes había sido escrito. Por lo tanto, la voluntad de Dios es el plan (evangelio) hecho para todos los que son santificados por él.

La verdad no sólo nos hace libres, también nos santifica. Estos dos resultados de la palabra de Dios en nuestras vidas son sólo partes de un cumplimiento. Primero, la palabra de Dios nos separa de la influencia cegadora del error, y en base a esto, nos coloca en la posición de hacer la voluntad de Dios. Nos libera de ser esclavos del pecado, y nos convierte en “servidores de Jesús.” “No sirviendo al ojo, como los que agradan a los  hombres; sino como siervos de Cristo; haciendo de ánimo la voluntad de Dios.” (Efesios 6:6). Observamos que la libertad que Jesús ofreció a sus seguidores a través de la verdad, no fue una libertad personal para trazar su propio curso de vida, porque nadie mejor que Jesús sabe que tal libertad personal nos llevaría a la muerte. Jesús quería que sus discípulos fueran libres de las tradiciones de los hombres. Quería que ellos fueran libres de la carga impuesta por líderes religiosos de aquellos días. En lugar de esa esclavitud, los invitó a llevar su “yugo” sobre ellos. Explicó que su “yugo” era fácil y su carga era “ligera”. “Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.” (Mateo 11:30). Sería fácil y ligera porque ellos aprenderían a amarlo.

Todo el universo es controlado por una ley. Los planetas no son libres de viajar en el cielo donde ellos deseen. De igual forma los seguidores de Jesús, en armonía con la voluntad de Dios, son restringidos y controlados por una ley. Esta ley es la voluntad de

Dios. De cualquier forma, su obediencia es voluntaria.

Cualquiera puede decidir, que hará esto o no hará lo otro, sin tener en cuenta la voluntad de Dios. Sin embargo, se sufren consecuencias en el curso de libertad que hayamos elegido. Dios hace un convenio con nosotros, con la humanidad, y aún con los ángeles, con mira de que todos aprendamos a amar su voluntad, y amar su voluntad, es un deleite.

Esta era la verdad de Jesús. El nunca ejerció una libertad personal en el servicio de Dios y de su Palabra. Vino a hacer la voluntad de su Padre. “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, mas la voluntad del que me envió” (Juan 6:38). La voluntad de Dios no fue una carga para Jesús, fue su deleite. “El hacer tu voluntad, Dios mío, hame agradado; y tu ley está en medio de mis entrañas.” (Salmo 40:8).