Aprendiendo a ser agradecidos


Núm. 185 — 31 de Julio del 2010 — Año: 4    


Muchas veces en la vida, nos cruzamos con gente que, aunque no nos conozcan, nos hacen un favor. Ya sea en un trámite, con una sonrisa, o en la cola del súper. ¿Sabemos dar las gracias? Y no hablo solo de palabras huecas, hablo de sentir en el corazón un agradecimiento verdadero por este desconocido que por un instante paso a ser importante para nuestra vida.

 

Cuanto más y más, debemos tener cuidado en saber reconocer el bien que nos hacen nuestros amigos, nuestros conocidos, nuestros familiares, aquellos de quienes damos por sentado quieren lo mejor para nosotros.

¡Nadie está obligado a darnos nada, nadie nos debe nada!Todo lo que recibimos de los demás es un regalo, y tenemos que aprender a dar las gracias por esto. Pensamos que así como yo los ayudo, ellos DEBEN ayudarme. Es su obligación, lo menos que pueden hacer después de todo lo que hice por ellos!! QUE ERROR!!!! Uno debe ayudar al otro solo porque esa es la voluntad de Dios, sin esperar nada a cambio, así como está escrito en el libro de Levítico (19:18) “Amaras a tu prójimo como a ti mismo; Yo soy el Eterno.”

 

Una frase del talmud expresa que “Un amor que depende de algo, no es amor. Cuando ese algo desaparece, el amor se esfuma”. El verdadero amor no depende de nada. Solo existe, y es eterno.

Hay gente, que al recibir un favor, como no quiere sentirse en deuda, prefiere negar la ayuda recibida. Es más fácil pensar que no debemos nada, que el otro seguramente lo hizo porque le convenía, porque algo habrá sacado el también de mí.

No hay más lindo que sentir el cariño de los demás, nadie es más feliz que aquel que sabe que puede contar con un amigo. Que linda es la sensación cuando hay alguien en este mundo que se preocupa por mí y me doy cuenta que ya no estoy solo.

¿Para que buscar motivos cuando alguien me hace un favor? ¿No es más sano pensar que hay gente buena en este mundo? Cuando no podemos ser agradecidos con la gente, menos podemos ser agradecidos con Dios, que nos ha dado todo, comenzando por la vida.

Cuando vemos un bebe que sonríe, un pájaro que levanta vuelo, la salida del sol, el juego de los niños, ¿cómo podemos dejar de levantar la vista hacia el cielo y agradecerle a quien nos dio los ojos y la posibilidad de ver cada día?

Cuando escuchamos una linda melodía, la risa de nuestros hijos, una charla que nos eleva, ¿cómo no agradecerle a aquel que nos dio el regalo de poder deleitarnos con nuestros oídos?

Cuando cae la lluvia, cuando empieza a nevar, cuando brilla el sol en un día de invierno, cuando vemos una corriente de agua que cae con todas sus fuerzas, y nos salpica, ¿cómo no se nos cae una lágrima al reconocer la grandeza del Creador?

 

La oración diaria, que debemos hacer tres veces por día, se divide en tres partes:

1. Alabanzas al creador del mundo, tomar conciencia de frente a Quien estamos orando, al Rey de reyes.

2. Pedidos, volcamos nuestro corazón frente a Dios, con la convicción de que es el UNICO que nos puede ayudar

3. Agradecimiento, por todo lo que nos otorga día a día, permitiéndonos seguir respirando y gozar de la vida; y aunque a veces no contesta nuestros pedidos afirmativamente, sabemos que todo lo que nos sucede es para nuestro bien, para nuestro crecimiento (si aprovechamos las circunstancias que se nos presentan).

 

No perdamos esta hermosa oportunidad. Aprendamos a ser agradecidos con nuestros semejantes, y así podremos llegar a ser agradecidos con Dios.

Por Abiel Hernández Florez