Núm. 239 - Sábado 20 de Agosto del 2011 - Año No. 5


Y lo que has oído de mi entre muchos testigos, esto encarga los hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros (1ª Timoteo 2:2)

 


El apóstol Pablo nos da una formula para esta disciplina y ha de realizarse preparando obreros por medio de la instrucción y el ejemplo. Estos a su vez tendrán que instruir a otros.

 

Durante el ministerio del Maestro dedico la mayor parte la preparación de sus doce apóstoles. Su obra sin duda, habría sido muy grande entre las multitudes si se hubiera dedicado completamente a esta misión. Pero su evangelio tenía que continuar; así entonces tenia que dedicar tiempo a preparar a aquellos que siguieran su obra después de su resurrección.

 

La experiencia misma nos a llevado a comprender que el impacto que un hombre hace, no se revela solo en lo que hacer, sino en lo que realizan quienes son instruidos por el. Para comprender esto seria útil estudiar el ministerio de los discípulos del apóstol Juan (Policarpo, Ignacio, Papias, etc). Todos estos hombres con sus discípulos fueron los abogados mas potentes de la verdad divina en el tiempo de la apostasía.

Uno de los mas motivadores beneficios del “Discipulado” es que esto proporciona la maestro compañerismo y entusiasmo. Es muy significativo el hecho e que cuando Elías se sentía solo, Dios le acerco a Eliseo para instruirlo. Desde ese momento Eliseo ministraba en lugar de Elías, quien le instruía.

Eliseo no fue le único que Elías instruyo, porque Elías se contaba entre aquellos de la escuela de profetas, lugar que obtuvo hasta el tiempo en que fue arrebatado. Pero al ser quitado de entre los profetas, Eliseo continuo quedando estrechamente ligado a los hijos de los profetas.

 

La influencia que Elías tuvo sobre los discípulos se manifiesta al comparar el ministerio de los tales, levantando los muertos, multiplicando el aceite y dividiendo los ríos del Jordán. Por esto Eliseo fue muy semejante a Elías.

 

Este principio de discípulo continúa todavía. Del modo que los pecados de los padres alcanzan hasta la tercera y cuarta generación, la influencia sobre las cosas buenas permanece por mucho tiempo después de la muerte. No se debe descuidar la preparación de los futuros siervos de Dios, quienes llevaran la antorcha del evangelio adelante cuando a nosotros ya no nos toque estar.

 

Nosotros hemos recibido de otros la antorcha de la verdad, así también tenemos la obligación de instruir a nuestros hijos y a otros obreros, para que cuando llegue nuestro final, halla otros que continúen con la antorcha hasta llegar a la meta.

 

Tomado del cuaderno de Escuela Sabática 1987