Núm. 229 - Sábado 11 de Junio del 2011 - Año No. 5


«Tiempo de matar y tiempo de curar…» La vida esta en las manos de Dios, es el único dador de la vida, y también el único que puede quitarla, no esta en las manos del ser humano hacerlo, y Dios tiene destinado ese momento. Pero si esta a nuestro alcance el curar, el trasmitir alivio a un corazón enfermo, el dar aliento a aquel que lo necesita, este es el tiempo de curar; para que matar si podemos curar, y dar alivio a aquel que lo necesita.

 

«… tiempo de destruir y tiempo de edificar» El hombre se ha dedicado a destruir todo a su paso, lo que pocos a han construido,  se han destruido valores, se han destruido sueños, se han roto ilusiones, se ha destruido la verdad. Pero aun es tiempo de edificar lo que se ha destruido, tenemos la fortuna de hacerlo, tenemos que rescatar lo que podamos, edificar lo que esta a nuestro alcance, este es el tiempo de hacerlo.

 

«Tiempo de llorar y tiempo de reír,  tiempo de hacer duelo y tiempo de bailar». No se puede evitar la risa, así como tampoco se puede evitar el llanto, se ríe de felicidad, pero también se llora de lo mismo, ¿Como evitar ambas opciones? Se nos ha olvidado sonreír, la preocupación, la duda, los problemas, etc… hacen que nos olvidemos de este don maravilloso que es reír, una sonrisa da seguridad, da aliento, limpia lagrimas, cura cualquier dolor. ¿Cuándo fue la última vez que le sonrió a su semejante?. No es pecado sufrir y llorar, no es pecado llorar cuando viene la prueba, la necesidad, la enfermedad, hay una gran promesa para los que pasan todas estas adversidades: «Bienaventurados los que lloran: porque ellos recibirán consolación».

 

«… tiempo de callar y tiempo de hablar» Es tiempo de callar cuando se trata de discutir, cuando se trata de difamar, cuando se desacredita a algo a alguien, es tiempo de callar, cuando se trata de pelear, de insultar… Pero es tiempo de hablar cuando se lleva un mensaje de esperanza, cuando se habla con la verdad, cuando se edifica con las palabras, cuando se habla con honestidad.

 

«Tiempo de amar y tiempo de aborrecer…» El amor, sublime don que Dios ha otorgado al hombre, así como Dios es amor, de igual manera el hombre tiene que mostrar ese ese don maravilloso que es el amor. ¿Amar a quien? A Dios, a su palabra, al prójimo, etc… y ahora es tiempo de mostrar ese amor, la palabra de Dios dice: «Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor». Es tiempo de aborrecer; aborrecer la maldad, aborrecer las costumbres y el costumbrismo, aborrecer al pecado, aborrecer el conformismo, la apatía, la comodidad, aborrecer todo aquello que nos lleva a la enemistad con Dios. «El temor de Jehová es aborrecer el mal; La soberbia y la arrogancia, y el mal camino Y la boca perversa, aborrezco». (Proverbios 9:13)

 

«Tiempo de guerra, y tiempo de paz». No ha sido suficiente para el hombre dos guerras mundiales y tantas mas que nos cuenta la historia, el hombre sigue pensando en guerras, siempre creando conflictos en todo lo ámbitos de la vida, ¿hasta cuando el hombre dejara de pensar de esta manera? Lo que mas necesita el mundo es la paz, esa paz tan anhelada es la que tenemos que brindar a la humanidad, es tiempo de hacer la paz, en el libro a los hebreos encontramos un versículo que nos incita a la paz: «Seguid la paz con todos…» la paz que necesita la humanidad se resume en cada uno de nosotros, tener esa paz con nuestro creador se vería reflejado en toda la humanidad: Si necesitamos paz mundial, debe haber paz nacional; y si necesitamos paz nacional, debe haber paz local; y si necesitamos paz local, de haber paz en el hogar; si necesitamos paz en el hogar, debe haber paz en la pareja; y para que halla paz en la pareja, debe haber paz individual, pero para que haya paz individual, la persona tiene que estar en paz con su Dios. Todo el anhelo de paz, que vemos tan grande, tan inmenso, tan lejano, tan complicado lograr, se resume en nosotros, en lo individual, en la comunión del hombre con Dios.

 

 

«Todo tiene su tiempo… Lo que antes fue, ya es, lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo pasado.

 

Por Abiel Hernández Florez