La identidad del cuerno pequeño

Primera Parte


Núm. 256 - Sábado 17 de Diciembre del 2012 - Año No. 6


¿A qué personaje representa el cuerno pequeño de Daniel 7:8, aquel con “ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas”? Como este artículo es el quinto de la serie, nuestros lectores deben tener en cuenta que parte de su contenido se basa en la información que dimos en los artículos anteriores.


Después de recibir una visión dada por Dios, el profeta Daniel relató: “Mientras yo contemplaba los cuernos, he aquí que otro cuerno pequeño salía entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres cuernos de los primeros; y he aquí que este cuerno tenía ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas” (Daniel 7:8).

La “cuarta bestia” de Daniel 7:7 es descrita como una gran potencia militar que sería “espantosa y terrible y de gran manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies”. Como ya se explicó en la parte II de esta serie, el Imperio Romano cumplió esta profecía. Muchos estudiantes de la profecía reconocen que, históricamente, los reinos mundiales como Babilonia, Persia, Grecia y Roma son representados por las grandes bestias de esta visión. En contraste, ahora leemos acerca de “otro cuerno”, que también simboliza el poderío y autoridad reales, cuya fuerza no radica en su poder militar, sino en su “boca que hablaba grandes cosas”.

Más adelante en el mismo capítulo podemos leer otros detalles sobre este cuerno.

“Entonces tuve deseo de saber la verdad acerca de la cuarta bestia, que era tan diferente de todas las otras, espantosa en gran manera, que tenía dientes de hierro y uñas de bronce, que devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies; asimismo acerca de los diez cuernos que tenía en su cabeza, y del otro que le había salido, delante del cual habían caído tres; y este mismo cuerno tenía ojos, y boca que hablaba grandes cosas, y parecía más grande que sus compañeros. Y veía yo que este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía” (vv. 19-21).

Aquí, nuevamente vemos que el poderío militar aparece primero. El Imperio Romano se inició en la era precristiana. Pero leemos una vez más que este otro cuerno, no militar, emerge del Imperio Romano. Es descrito como “una boca que hablaba grandes cosas”. También se nos dice que haría “guerra contra los santos”, los verdaderos seguidores de Dios.

Continuando en el versículo 25 leemos que “hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley”. ¿A quién se podrá referir esto? ¿Quién podría haber cambiado “los tiempos y la ley”?

La respuesta se encuentra en la historia. Recordemos que Daniel estaba escribiendo cientos de años antes de que estas cosas ocurrieran. Aun los escépticos que no creen que el libro de Daniel haya sido escrito en el siglo sexto a.C. tienen que reconocer que este libro sí existía al menos uno o dos siglos antes de Cristo, porque esa es la fecha aceptada de los rollos del mar Muerto, que incluyen el libro de Daniel. Por lo tanto, esta profecía claramente se anticipó a los acontecimientos descritos en este pasaje.

El versículo 25 concluye con estas escalofriantes palabras: “y [los santos] serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo”. Los verdaderos seguidores de Dios serían perseguidos por este cuerno durante un período prolongado.

En el libro del Apocalipsis, escrito seis siglos y medio después de Daniel, leemos una vez más acerca de esta persecución de los verdaderos siervos de Dios. Y nuevamente este hecho se halla en el contexto del poder de la bestia.

El Apocalipsis es “la revelación de Jesucristo, que Dios le dio” al apóstol Juan (Apocalipsis 1:1).
Juan escribe: “Me paré sobre la arena del mar, y vi subir una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo. Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león” (Apocalipsis 13:1-2).

En esta visión Juan ve una combinación de las tres primeras bestias del capítulo 7 de Daniel, es decir, el león, el oso y el leopardo, que representan la rápida sucesión de los imperios babilónico, medopersa y grecomacedonio, que tenían características similares. ¿Implica esto que el poderío de todos ellos provenía de la misma fuente? Notemos que “el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad” (Apocalipsis 13:2). Satanás es el gran dragón que engaña al mundo entero (Apocalipsis 12:9). Es también el “dios de este siglo” (2 Corintios 4:4) que ejerce gran poder sobre los asuntos humanos.

Juan continúa: “Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia” (Apocalipsis 13:3). El Imperio Romano de Occidente sufrió una herida aparentemente mortal cuando cayó en el año 476. Pero contrariamente a lo que sucede con las potencias que colapsan y desaparecen, “su herida mortal fue sanada” y sería resucitada. Notemos el aspecto religioso del versículo 4: “Y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella? También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo.

Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (vv. 4-8).

En el versículo 11 Juan ve “otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón”. Jesucristo es descrito como el Cordero de Dios, mientras que Satanás es un dragón. Por lo tanto, esta bestia con “dos cuernos semejantes a los de un cordero” es un instrumento de Satanás que trata de hacerse pasar por una representación de Jesucristo. “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz” (2 Corintios 11:14).

Aquí vemos la descripción de un falso sistema religioso que sale de la cuarta bestia y trata de hacerse pasar por cristiano. Es una falsificación del cristianismo. Como dice Daniel 7:25, este sistema “pensará en cambiar los tiempos y la ley”. Un estudio de la historia de la iglesia revela que en los cuatro primeros siglos después de la muerte de Cristo, en la iglesia cristiana surgieron algunas revueltas doctrinales que trataban de cambiar el día de adoración señalado por Dios, el sábado, por el domingo (cambio de los tiempos) y enseñar que la ley de Dios había sido abolida (cambio de la ley).

Jesucristo no enseñó ninguna de estas cosas. Por el contrario, dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir [es decir, para vivir plenamente, dando así un ejemplo para todo el mundo]” (Mateo 5:17).

En el capítulo 12 de Apocalipsis leemos que el falso sistema religioso, inspirado por Satanás, “se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17). Esto nos enseña que hasta los tiempos del fin estará vigente una táctica antiquísima. La historia nos muestra que la verdadera iglesia apostólica casi fue eliminada por esta falsa forma de cristianismo, que llegó a convertirse en la iglesia oficial del Imperio Romano en el siglo cuarto.

En Apocalipsis 13:15 “la imagen de la bestia” se asocia con determinado tipo de adoración y con la persecución religiosa de aquellos que no adoren de esa manera. Debe quedar claro que esta imagen es una organización religiosa aliada con el poderío político de la bestia. Esta potencia religiosa es reavivada por aquel que “ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada” (v. 12). La imagen, es decir, la institución religiosa que reflejaba el poder del estado, coexistiría con el imperio a partir de la conversión del emperador Constantino y hasta la caída del Imperio de Occidente, casi dos siglos más tarde.