Núm. 210 — Sábado 22 de Enero del 2011 — Año: 5 


Y ahora permanecen la fe, la esperanza, y la caridad, estas tres: empero la mayor de ellas es la caridad. (1ª Corintios 13:13)

Todos hablamos del amor pero… quien lo conoce, quien lo ha visto, quien lo ha escuchado, quien lo ha tocado. Parece que nadie, sin embargo todos sabemos que existe, todos lo hemos sentido aunque sea alguna vez en nuestras vidas.

 

Muchos incrédulos no creen que existe, creen que es algo tan utópico, cursi y absurdo que no puede ser cierto. Dicen que eso que llamamos amor en realidad no lo es, que es algo que confundimos con intereses personales. Que el verdadero amor es algo tan imposible de encontrar en este mundo tan material en donde todo es una mercancía que se compra y se vende al mejor postor. Un mundo donde son pocos los que dan sin esperar recibir nada a cambio, más que sensación de paz y bienestar que les da el simple hecho de dar. La mayoría exige resultados y da pensando que el hecho de darlos hace desprenderse de algo. Con esta idea muy metida en su mente se vuelven egoístas, convenencieros y avaros. Se mueven basando en sus propios intereses personales: salud, dinero, fama, poder, trabajo, compañía, lujos, viajes, relaciones, vacaciones, premios, etc... Pero más allá de todos estos intereses personales ¿De verdad existe el verdadero amor? Por supuesto que sí, y podemos enumerar algunos ejemplos. El primero que se me ocurre y el más elevado es el de Dios: “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque DIOS ES AMOR” (Juan 4:8). Él nos da todo (Salud, paz, amor, abundancia, felicidad, prosperidad, etc…) sin pedir nada a cambio. Da todo incondicionalmente, no nos juzga, ni nos culpa, ni nos condena, ni nos castiga para sufrir. Algunos dicen que si lo hace, pero no es Dios, es parte de la ley de causa y efecto. Es estar presente en cierto lugar y en cierto momento determinado en que algo sucede. No somos víctimas de Dios, ni somos culpables, simplemente cometemos errores con nuestros sentidos tan limitados.

 

Dios no baja del cielo para premiar a algunos y castigar a otros. Lo que nos sucede, nosotros mismo nos lo hacemos y no lo queremos aceptar. Por lo tanto Dios, ama a sus hijos que somos todos. Como un padre que ama a su hijo. También existe el amor de una madre su bebé recién nacido. El amor de un hijo por sus padres, el amor de alguien que hace su trabajo con gusto y dedicación, dando todo lo mejor de sí mismo para el bien común. Claro, mucho dirán que existe muy calladito, una remuneración de económica de por medio, sin embargo su motivación y empuje por hacer su trabajo bien hecho va más allá del dinero, y lo hace por amor. Existen casos de maestros que enseñan por gusto de enseñar. O cuantos matrimonios o madres solteras adoptan a un hijo a pesar de la responsabilidad tan grande que conlleva. Y que me dicen de los padres que hacen hasta lo imposible por salvar la vida de sus hijos, por una enfermedad, accidente o vicio. Gastando todo su dinero o pidiendo prestado si es necesario, con tal de salvarles la vida… y para no ir en casos extremos a todas las personas que manifiestan su paz incondicional, eso se llama amor, al tener presente a alguien, con una llamada, un detalle, un regalo, o bien sus buenos deseos y oraciones. Son personas que van más allá de su propio interés personal, renunciando a él por el bien de otro (a).

 

Todos estos ejemplos no hablan de amor, de esa energía, fuerza, luz, poder, valor que va más allá del egoísmo y temores personales. Pienso y siento que no necesitamos hacer actos heroicos sacrificándonos y perdiendo nuestra dignidad para dar amor. Dar amor significa ser auténticos, genuinos, sencillos, honestos, sinceros, íntegros.

Respetar aunque no aceptemos normas distintas de pensar y actuar. Tener una mente abierta. Ser tolerantes, siendo pacientes. Confiar en los demás y mantener bajo cualquier circunstancia una actitud mental y humana positiva. Eso es amor y si existe. Está en nosotros descubrirlo, reconocerlo y compartirlo. Mañana es tarde, tiene que ser ahora mismo. “Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él” 1ª Juan 4:16.

 

Para finalizar quiero decirles:

“Todo lo que sabemos del amor es que el amor es todo lo que hay”

 

Por Abiel Hernández Florez